Por la piscina se llega al dominio del terror


... Raro epígrafe para empezar una anécdota que bien podría ser el origen de algunos traumas de varios orureños de la generación X
Allá por los inicios de los años 80 en Oruro habitaba un personaje con hábiles manos para confeccionar ternos, pantalones, chalecos y cuanta prenda de sastrería le era requerida por sus clientes. El taller del celbérrimo sastre estaba ubicado en la calle potosí entre Ayacucho y Junín. En la acera este para ser mas precisos.
Los eventuales clientes que requerían los servicio de tan ilustre remendón se topaban con sendos letreros pintados en la pared con frases como la del titulo; salidas de las propias manos de nuestro personaje... Quizás a estas alturas ustedes pensarán que relataré una anécdota graciosa sobre un hábil dibujante o como mínimo un pintor de letreros. Pues no!
Se trataba de Don Liborio Cabrera de oficio sastre y con una doble personalidad como superman o en este caso mas precisamente como aquaman, si es que ese mítico tritón hubiese tenido una doble personalidad.
Don Liborio distaba mucho de ser un dibujante y su oficio lo usaba para costear su otro oficio, el que lo mantenía vivo y le servía para aterrorizar a cuando llockala ochentero pululaba por oruro y que tuvo la mala fortuna de caer en sus manos!
Nuestro sastre era instructor de natación!
Pero no uno común y corriente, este "delfín" orureño era un hombre de mediana edad con un bigote hirsuto adornando la faz, un cuerpo atlético y fibroso forjado en las termas de capachos y con el sentido de responsabilidad con los niños mas disipada que recuerdo.
Don Liborio hacia de su frase "por la piscina se llega al dominio del terror" un verdadero apostolado. pues era de los instructores que creía que la mejor de las terapias era la de choque!
Nada de sistemas inductivos de enseñanza!
Don Liborio solía formar a los núbiles aprendices en la orilla de la piscina y después de una brevisima charla sobre los beneficios de la natación, procedía a empujar con deleite "torquemadesco" a cada uno de los aterrorizados chiquillos al agua!
... Tendría unos 10 o 12 años y de la mano de mi padre fui a parar a la sastrería mencionada y después de las presentaciones de rigor, recuerdo que mi padre salio con un terno nuevo bajo el brazo y yo con un curso pagado de natación cirniendose como un mal augurio en mi futuro cercano.
Más tardaron en comprarme una malla adecuada y una toalla que en llegar el fin de semana y ponerme, todo asustado, en manos del fatídico instructor.
Recuerdo que con pudor me puse mi malla y obedeciendo las instrucciones me paré en el borde de la piscina y antes de que me diera cuenta sufrí un empujón terrorífico que dio con mi humanidad en el agua!
El terror se apodero de mi y comencé a patalear como un poseso y cada vez que lograba sacar mi cabeza del agua, escuchaba los gritos alentadores, las frases motivacionales, las arengas cariñosas de don Liborio: "nadá llockalla, nadá!", "dejá de gritar, te vas a ahogar!", "nadá te he dicho llockalla!", "que va a decir tu papa?!"... en ese momento en el que ves toda tu corta vida pasar ante tus ojos y ves como un misterioso túnel de luz se va materializando ante tus ojos, a que niño le va a interesar lo que diga su papá?!
Caracho!!! 

Lo cierto es que la certeza de la tibia tumba acuática no se concretó y por alguna obra misteriosa del destino comencé a nadar!.. más bien a patalear como perro mojado, asustado y desesperado, pero lo hice!
El orgullo se materializo en mi infantil pecho desterrando el terror indescriptible... pero ahora que lo pienso, fueron mis instintos milenarios los que evitaron que muera vergonzosamente en la piscina de capachos y no el arte de mi instructor de natación!
Lo raro es que después de enseñarte a "dominar el terror", recién pedía materiales como una tabla de madera con forma de ojiva muy bien pulida para usarla como flotador y recién empezaban las clases asistidas por el mismo y algún ocasional ayudante que cuidaba a los niños.
Lo cierto es que la pedagogía del terror utilizada para enseñarte a nadar no era la mejor... A decir verdad no creo que hubiese llegado muy lejos este señor con esos métodos en este tiempo de exacerbación del cuidado infantil.
Eran otros tiempos y a los niños nos criaban como a legionarios, jugando con tierra, trepando arboles y cerros, metiéndonos en cuanto recoveco cupiéramos y facilitándonos experiencias cercanas a la muerte con don Liborio Cabrera!
... Definitivamente fueron otros tiempos.. y quizás todo esto explique porque los de esa generación aun creemos, a pesar de nuestras edades maduras, que el mundo aun se puede cambiar, que luchar por lo que creemos no es una fantasía peligrosa, sino mas bien una necesidad para dominar el terror en nuestras piscinas interiores!
He dicho!!!

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