Resulta que según refirió mi tío, mi familia materna tenia una finca camino a Cochabamba que les fue quitada con la famosa reforma agraria y aunque por la introducción este relato podría parecer que tiene algo que ver con las tierras, pues no es así!
Mi familia materna siempre se rigió por un férreo matriarcado, tal como yo lo pude comprobar con mi difunta abuela… Ella siempre tenía la razón y la última palabra.
Era una especie de juez anciano, sabio y cariñoso in extremis... en cualquiera de esos adjetivos que le acabo de endilgar a la abuela.
Al igual que ella, la matriarca de ese núcleo familiar fue la abuela de mi abuela. Una señora según me contaron de armas llevar y lo digo literalmente.
Alguna vez me contaron que, como buena mujer criada en una finca, la señora se ceñía una pistola a la cintura y montada a caballo viajaba desde la finca hasta la ciudad de Oruro y ay del que se le cruce por el camino con aviesas intenciones… más de un relato hay de la abuela en cuestión descerrajando tiros contra algún cristiano que la había importunado.
Como toda familia hacendada esta familia poseía no solo tierras, pongos y productos campesinos, sino, una relativa situación bonancible que les permitía hacer viajes al extranjero y a la argentina especialmente, refrendando no solo el intercambio comercial y cultural que se había puesto de moda con el vecino país, sino también con la capital bonaerense, puerta y puerto indiscutible de américa del sur hacia la vieja Europa.
En uno de los viajes que alguno de sus hijos realizo a Buenos Aires, la abuela le encargo, entre varias cosas, unas revistas de moda y algunos productos de uso personal.
De hecho, este relato tiene como protagonista a uno de estos productos.
El intercambio con argentina que se dio en la primera mitad del siglo XX no solo trajo hasta nuestro Oruro, orquestas de tango que tocaban en el original hotel Edén, que cuentan las malas lenguas, las bailarinas venidas del rio de la plata, después de la bailanta tanguera cambiaban el pañuelo de la garganta por uno rojo y de bailarinas pasaban a fungir de cortesanas y el honesto hotel Edén pasaba a convertirse en un finísimo lupanar en el que departían cortesanas gauchas con los finos caballeros de la rancia sociedad orureña… que tiempos!
…
El cumpleaños de la abuela había llegado y todo el familión se reunió en la finca a fin de homenajear a la indiscutible jefa de familia.
Hicieron un almuerzo que fue generoso en platillos criollos y más generoso aun en libaciones de vino, poniéndole el infaltable toque mestizo a cuanta reunión de este tipo se hizo y se sigue haciendo hasta nuestros días.
Una vez terminado el opíparo almuerzo, contó mi tío abuelo, que la abuela sentada en la cabecera y con gran alharaca mando a traer el famoso producto digestivo que había hecho traer exclusivamente desde Buenos Aires.
Una de las encargadas de servir el almuerzo se acercó a la abuela con una bandeja en la que se podía ver un brillante vaso de agua y a lado un envoltorio azul.
La abuela con pose casi teatral y después de perorar sobre las bondades digestivas de esa maravillosa pastilla, procedió a abrir con dos dedos el sobrecito para que todo el mundo la vea y aprecie tamaña maravilla moderna.
Del elemental empaque salió una circulinea pastilla blanca que no era otra cosa que una pastilla de Alka-Seltzer… La abuela la tomó con dos dedos, como lo haría un mago mostrando anticipadamente el producto de su truco mágico, la paseo lentamente ante los ojos de hijos y nietos y antes que alguien pueda hacer algo, la abuela se echo la pastilla a la boca y con un gran trago de agua la deglutió!
Todos quedaron expectantes mientras la sonrisa de satisfacción de la abuela se transformaba en una espantoza mueca de ahogo y la pobre señora empezaba a echar espuma por la boca!
El terror se apoderó de toda la familia, porque parecía que la jefa de familia se les iba con cada espumarajo que botaba por la boca.
Algún genio le hizo tomar agua… peor!
El efecto efervescente se potenció y la pobre abuela ya con los ojos en blanco boqueaba el maravilloso producto digestivo.
El menor de mis tíos abuelos, adolescente bragado criado en el campo; cuenta el tío que me refirió este relato: Se paró de pronto y señalando a la abuela gritó – Métanle un tiro para que no sufra!
Atrevida sugerencia que le mereció un histérico sopapo de otra de las hermanas!
Las tías lloraban al borde de la histeria, los tíos, aterrorizados corrían de un lado a otro sin saber qué hacer, Las hermanas de la abuela rezaban en medio de sollozos y el tío adolescente aun frotándose el cachete mentalmente preparaba la escopeta para “calmar” a la abuela.
Felizmente más pudo la flora intestinal de la matriarca y no se murió frente a los desconsolados hijos que pensaban que la abuela se les iba frente a sus ojos como un vulgar pichicho con rabia.
Supongo que a partir de ese día la abuela no quiso ver nunca más en su vida un alka-seltzer… ni nada efervescente!
… y por las dudas al tío adolescente lo mandaron a la ciudad... sin escopeta!
…
Cuando escuché esta anécdota de labios de mi difunto tío Walter, reí muchísimo y más con la forma que él me la contó; con ademanes de ahogo y en especial de como su hermano se había parado blandiendo una imaginaria escopeta y apuntando a la abuela.
Dicen por ahí que la ignorancia no peca y me parece que este es un inconfesable acto producto de la ignorancia galopante de la abuela y de su deseo de hacer alarde de su sofisticación.
Felizmente la abuela en cuestión vivió muchos años más después de la anécdota que todos habían jurado mantener en el máximo secreto para proteger la dignidad de la matriarca.
Hoy me siento en la libertad de contarles la historia por tres simples razones:
Primero.- Yo no hice ninguna promesa
Segundo. - Todos los involucrados ya descansan en paz
Tercero. - La vez que la recuerdo rio irremediablemente.
Por eso y para despedirme, prometo solemnemente seguir revelando anécdotas jocosas de mis antepasados
Mi familia materna siempre se rigió por un férreo matriarcado, tal como yo lo pude comprobar con mi difunta abuela… Ella siempre tenía la razón y la última palabra.
Era una especie de juez anciano, sabio y cariñoso in extremis... en cualquiera de esos adjetivos que le acabo de endilgar a la abuela.
Al igual que ella, la matriarca de ese núcleo familiar fue la abuela de mi abuela. Una señora según me contaron de armas llevar y lo digo literalmente.
Alguna vez me contaron que, como buena mujer criada en una finca, la señora se ceñía una pistola a la cintura y montada a caballo viajaba desde la finca hasta la ciudad de Oruro y ay del que se le cruce por el camino con aviesas intenciones… más de un relato hay de la abuela en cuestión descerrajando tiros contra algún cristiano que la había importunado.
Como toda familia hacendada esta familia poseía no solo tierras, pongos y productos campesinos, sino, una relativa situación bonancible que les permitía hacer viajes al extranjero y a la argentina especialmente, refrendando no solo el intercambio comercial y cultural que se había puesto de moda con el vecino país, sino también con la capital bonaerense, puerta y puerto indiscutible de américa del sur hacia la vieja Europa.
En uno de los viajes que alguno de sus hijos realizo a Buenos Aires, la abuela le encargo, entre varias cosas, unas revistas de moda y algunos productos de uso personal.
De hecho, este relato tiene como protagonista a uno de estos productos.
El intercambio con argentina que se dio en la primera mitad del siglo XX no solo trajo hasta nuestro Oruro, orquestas de tango que tocaban en el original hotel Edén, que cuentan las malas lenguas, las bailarinas venidas del rio de la plata, después de la bailanta tanguera cambiaban el pañuelo de la garganta por uno rojo y de bailarinas pasaban a fungir de cortesanas y el honesto hotel Edén pasaba a convertirse en un finísimo lupanar en el que departían cortesanas gauchas con los finos caballeros de la rancia sociedad orureña… que tiempos!
…
El cumpleaños de la abuela había llegado y todo el familión se reunió en la finca a fin de homenajear a la indiscutible jefa de familia.
Hicieron un almuerzo que fue generoso en platillos criollos y más generoso aun en libaciones de vino, poniéndole el infaltable toque mestizo a cuanta reunión de este tipo se hizo y se sigue haciendo hasta nuestros días.
Una vez terminado el opíparo almuerzo, contó mi tío abuelo, que la abuela sentada en la cabecera y con gran alharaca mando a traer el famoso producto digestivo que había hecho traer exclusivamente desde Buenos Aires.
Una de las encargadas de servir el almuerzo se acercó a la abuela con una bandeja en la que se podía ver un brillante vaso de agua y a lado un envoltorio azul.
La abuela con pose casi teatral y después de perorar sobre las bondades digestivas de esa maravillosa pastilla, procedió a abrir con dos dedos el sobrecito para que todo el mundo la vea y aprecie tamaña maravilla moderna.
Del elemental empaque salió una circulinea pastilla blanca que no era otra cosa que una pastilla de Alka-Seltzer… La abuela la tomó con dos dedos, como lo haría un mago mostrando anticipadamente el producto de su truco mágico, la paseo lentamente ante los ojos de hijos y nietos y antes que alguien pueda hacer algo, la abuela se echo la pastilla a la boca y con un gran trago de agua la deglutió!
Todos quedaron expectantes mientras la sonrisa de satisfacción de la abuela se transformaba en una espantoza mueca de ahogo y la pobre señora empezaba a echar espuma por la boca!
El terror se apoderó de toda la familia, porque parecía que la jefa de familia se les iba con cada espumarajo que botaba por la boca.
Algún genio le hizo tomar agua… peor!
El efecto efervescente se potenció y la pobre abuela ya con los ojos en blanco boqueaba el maravilloso producto digestivo.
El menor de mis tíos abuelos, adolescente bragado criado en el campo; cuenta el tío que me refirió este relato: Se paró de pronto y señalando a la abuela gritó – Métanle un tiro para que no sufra!
Atrevida sugerencia que le mereció un histérico sopapo de otra de las hermanas!
Las tías lloraban al borde de la histeria, los tíos, aterrorizados corrían de un lado a otro sin saber qué hacer, Las hermanas de la abuela rezaban en medio de sollozos y el tío adolescente aun frotándose el cachete mentalmente preparaba la escopeta para “calmar” a la abuela.
Felizmente más pudo la flora intestinal de la matriarca y no se murió frente a los desconsolados hijos que pensaban que la abuela se les iba frente a sus ojos como un vulgar pichicho con rabia.
Supongo que a partir de ese día la abuela no quiso ver nunca más en su vida un alka-seltzer… ni nada efervescente!
… y por las dudas al tío adolescente lo mandaron a la ciudad... sin escopeta!
…
Cuando escuché esta anécdota de labios de mi difunto tío Walter, reí muchísimo y más con la forma que él me la contó; con ademanes de ahogo y en especial de como su hermano se había parado blandiendo una imaginaria escopeta y apuntando a la abuela.
Dicen por ahí que la ignorancia no peca y me parece que este es un inconfesable acto producto de la ignorancia galopante de la abuela y de su deseo de hacer alarde de su sofisticación.
Felizmente la abuela en cuestión vivió muchos años más después de la anécdota que todos habían jurado mantener en el máximo secreto para proteger la dignidad de la matriarca.
Hoy me siento en la libertad de contarles la historia por tres simples razones:
Primero.- Yo no hice ninguna promesa
Segundo. - Todos los involucrados ya descansan en paz
Tercero. - La vez que la recuerdo rio irremediablemente.
Por eso y para despedirme, prometo solemnemente seguir revelando anécdotas jocosas de mis antepasados
He dicho!
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