Si señor, así le puse de epígrafe a esta anécdota y salvando las susceptibilidades posibles, paso a referirles la vez en que este ciudadano tuvo que travestirse para salvar su integridad!
Tendría no más de 16 años en el cuerpo y por ese entonces el rock y más exactamente el heavy metal era el ritmo de moda y los adolescentes de ese entonces éramos incondicionales seguidores de leyendas como Iron Maiden, Accept, Dio, Quiet Riot y muchos otros más.
Obviamente teníamos el pelo largo… lo más largo que te podía permitir el régimen casi castrense de la educación escolar en esos tiempos.
Como este era un movimiento imparable, por ese entonces la iglesia intentó hacer lo que mejor sabe hacer y también intentó apoderarse de la moda del rock ochentero y como seguramente recordaran mis contemporáneos, a algún cura se le ocurrió la genial idea de abrir el teatro que tiene la iglesia de san Gerardo y organizar conciertos de rock de bandas locales, que en la mayoría de los casos eran otros adolescentes un poquito más melenudos y que sus papas les habían comprado guitarras!
Con muy pocas excepciones como la legendaria banda que llevaba por nombre “Heavy Metal” de los hermanos Sainz, todas eran bandas de llockalas jugando a ser rockeros.
Obviamente esos conciertos eran una sarta de aullidos desafinados que todos festejábamos, porque éramos rebeldes y rockers!
Un buen amigo mío me contó alguna vez una anécdota de como ensayaban estas bandas.
Ahora él es un conocido abogado y un indiscutible músico talentoso.
Por ese entonces, él me cuenta que cuando ensayaban con su banda se ponían de acuerdo en el tema que iban a ensayar y comenzaban a la voz de:
- Listo, vamos a tocar “Maldito sea tu nombre” y cojudo el que acabe al último!
Imagínense como se respetaban los ritmos y los tempos de las canciones.
…
Habían llegado las vacaciones de invierno y gracias el éxito que tuvo aquí en Oruro el primer festival de rock de invierno que después se convirtió en el famoso festival de RockBol. Alguien tuvo la idea de emular este evento, pero esta vez en el teatro de San Gerardo, escenario poco ad-hoc para albergar la fauna exótica de bandas rockeras y la aún más exótica fauna de “rockers” adolescentes de ese entonces.
Recuerdo que nos pusimos de acuerdo con un grupo de amigotes de ese entonces en el que estaban Marco Calderón, el querido “comandante cobra”; Milton Chavarria, “El toco”, su hermano Marco, Andro el primo de los “chavacos” y un par más de los que no guardo memoria.
Día antes en la casa de Milton nos habíamos puesto de acuerdo de ir todos con gabardinas negras para enfatizar esa negrura de alma que nos caracterizaba a los “rockers” de esa época… Imagino que debe haber sido hasta chistoso ver un grupo de 5 o 6 adolescentes todos con abrigos negros afanados del ropero del abuelo, llegar en escuadra con paso firme y cara de malos… todo lo malos que pueden parecer un grupo de rubiecitos (excepto yo, claro está), medio “jailoncitos” y bien bañaditos!
Asistimos al concierto que era en junio, en pleno invierno y después de un par de horas de gritos estridentes y desafinaciones a granel y a la hora de salir del teatro de la mano de nuestras chicas, alguien gritó –Batida! Y el terror se apoderó de todos nosotros
Para los milenials y los llockalas que juran que la premilitar es un tormento, deberían de ver la suerte que nos tocó a los adolescentes de hace treinta años.
Para empezar, no había el servicio premilitar, así que todos estaban en la obligación de presentarse al cuartel en cualquiera de los dos escalones y rezar para que lo saquen como inhábil o si lo habilitaban, rezar para que no te destinen a alguna frontera.
Cuando terminaba el periodo de reclutamiento de cada uno de los escalones. Los militares salían en las famosas batidas, que no era otra cosa que una cosecha de cuanto llockalla se les ponía a tiro y que los milicos suponían que estaba en edad de hacer el servicio militar.
Te capturaban en la calle, te subían a un caimán a patadas y después de hacerte trotar como castigo y raparte la cabeza y amenazarte con mandarte a la frontera con Brasil por el atrevimiento de no querer “servir a la patria” (malditos milicos!), preguntaban cuántos años tenías y si más o menos te creían llamaban a tu casa para decir que te habían capturado y tu familia debía ir a las volandas al cuartel para justificar documentalmente tu edad y tu filiación a alguna unidad educativa de la ciudad.
Solo así te soltaban, a la madrugada, después de haberte vuelto a hacer trotar en pelotas y rapado, solo por si acaso!
…
Con estos antecedentes en mente. Los que asistimos al bendito concierto ese, nos pusimos lívidos de terror y ya nos imaginamos sufriendo todo el viacrucis que les describí antes.
De pronto una de las chicas del grupo tuvo una brillante idea.
Maquillaje!
Nos hicieron sentar en el suelo y ellas de cuclillas empezaron a maquillarnos!
Sombras en los ojos, colorete en las mejillas, lápiz labial en la boca y un montón de trabas, horquillas o no sé cómo diablos se llaman esos artilugios que las mujeres usan en sus cabellos hicieron la magia de darnos peinados femeninos… gracias a dios éramos melenudos.
Nos enfundamos en las gabardinas y al grito de – señoritas salir por esta puerta!
Los soldados y el milico maldito que comandaba la operación evacuo a las féminas presentes por una puerta lateral que daba a un callejón contiguo a la puerta del teatro.
Agachamos las cabezas rezando por que los milicos no se den cuenta del ardid y nos dejaran escapar indemnes!
Tuvimos que pasar ante los ojos escrutadores de un grupo de soldados que controlaban que ningún lockalla se infiltre entre las chicas que salíamos asustadas del maldito concierto!
Felizmente cuando ya llegábamos a la puerta, alguien empezó un amague de pelea en la puerta principal, lo que distrajo a los guardias y el grupo de chicas genuinas y los 5 o 6 rockers travestidos pudimos huir del lugar y a la carrera alcanzar la casa de Milton que era en el mismo manzano, sobre la calle aroma!
Corrimos sin mirar atrás, eso sí cuidando el maquillaje y el peinado, uno estará apurado, pero no es cosa de andar echando a perder un buen maquillaje, caracho!
El grupo de 6 rockeros con cara de malos que llegó al principio del concierto se convirtió en un grupo de rubias altas y feas y una morena medio gordita que corrían como poseídas por plena 6 de octubre, una noche invernal como a las 22 horas!
Espero que mis amigos a los que los nombré no lean esta anécdota o si la leen tengan el suficiente coraje y el buen humor que tuve hoy para contarles sobre la única vez que me travestí en mi vida!
Obviamente teníamos el pelo largo… lo más largo que te podía permitir el régimen casi castrense de la educación escolar en esos tiempos.
Como este era un movimiento imparable, por ese entonces la iglesia intentó hacer lo que mejor sabe hacer y también intentó apoderarse de la moda del rock ochentero y como seguramente recordaran mis contemporáneos, a algún cura se le ocurrió la genial idea de abrir el teatro que tiene la iglesia de san Gerardo y organizar conciertos de rock de bandas locales, que en la mayoría de los casos eran otros adolescentes un poquito más melenudos y que sus papas les habían comprado guitarras!
Con muy pocas excepciones como la legendaria banda que llevaba por nombre “Heavy Metal” de los hermanos Sainz, todas eran bandas de llockalas jugando a ser rockeros.
Obviamente esos conciertos eran una sarta de aullidos desafinados que todos festejábamos, porque éramos rebeldes y rockers!
Un buen amigo mío me contó alguna vez una anécdota de como ensayaban estas bandas.
Ahora él es un conocido abogado y un indiscutible músico talentoso.
Por ese entonces, él me cuenta que cuando ensayaban con su banda se ponían de acuerdo en el tema que iban a ensayar y comenzaban a la voz de:
- Listo, vamos a tocar “Maldito sea tu nombre” y cojudo el que acabe al último!
Imagínense como se respetaban los ritmos y los tempos de las canciones.
…
Habían llegado las vacaciones de invierno y gracias el éxito que tuvo aquí en Oruro el primer festival de rock de invierno que después se convirtió en el famoso festival de RockBol. Alguien tuvo la idea de emular este evento, pero esta vez en el teatro de San Gerardo, escenario poco ad-hoc para albergar la fauna exótica de bandas rockeras y la aún más exótica fauna de “rockers” adolescentes de ese entonces.
Recuerdo que nos pusimos de acuerdo con un grupo de amigotes de ese entonces en el que estaban Marco Calderón, el querido “comandante cobra”; Milton Chavarria, “El toco”, su hermano Marco, Andro el primo de los “chavacos” y un par más de los que no guardo memoria.
Día antes en la casa de Milton nos habíamos puesto de acuerdo de ir todos con gabardinas negras para enfatizar esa negrura de alma que nos caracterizaba a los “rockers” de esa época… Imagino que debe haber sido hasta chistoso ver un grupo de 5 o 6 adolescentes todos con abrigos negros afanados del ropero del abuelo, llegar en escuadra con paso firme y cara de malos… todo lo malos que pueden parecer un grupo de rubiecitos (excepto yo, claro está), medio “jailoncitos” y bien bañaditos!
Asistimos al concierto que era en junio, en pleno invierno y después de un par de horas de gritos estridentes y desafinaciones a granel y a la hora de salir del teatro de la mano de nuestras chicas, alguien gritó –Batida! Y el terror se apoderó de todos nosotros
Para los milenials y los llockalas que juran que la premilitar es un tormento, deberían de ver la suerte que nos tocó a los adolescentes de hace treinta años.
Para empezar, no había el servicio premilitar, así que todos estaban en la obligación de presentarse al cuartel en cualquiera de los dos escalones y rezar para que lo saquen como inhábil o si lo habilitaban, rezar para que no te destinen a alguna frontera.
Cuando terminaba el periodo de reclutamiento de cada uno de los escalones. Los militares salían en las famosas batidas, que no era otra cosa que una cosecha de cuanto llockalla se les ponía a tiro y que los milicos suponían que estaba en edad de hacer el servicio militar.
Te capturaban en la calle, te subían a un caimán a patadas y después de hacerte trotar como castigo y raparte la cabeza y amenazarte con mandarte a la frontera con Brasil por el atrevimiento de no querer “servir a la patria” (malditos milicos!), preguntaban cuántos años tenías y si más o menos te creían llamaban a tu casa para decir que te habían capturado y tu familia debía ir a las volandas al cuartel para justificar documentalmente tu edad y tu filiación a alguna unidad educativa de la ciudad.
Solo así te soltaban, a la madrugada, después de haberte vuelto a hacer trotar en pelotas y rapado, solo por si acaso!
…
Con estos antecedentes en mente. Los que asistimos al bendito concierto ese, nos pusimos lívidos de terror y ya nos imaginamos sufriendo todo el viacrucis que les describí antes.
De pronto una de las chicas del grupo tuvo una brillante idea.
Maquillaje!
Nos hicieron sentar en el suelo y ellas de cuclillas empezaron a maquillarnos!
Sombras en los ojos, colorete en las mejillas, lápiz labial en la boca y un montón de trabas, horquillas o no sé cómo diablos se llaman esos artilugios que las mujeres usan en sus cabellos hicieron la magia de darnos peinados femeninos… gracias a dios éramos melenudos.
Nos enfundamos en las gabardinas y al grito de – señoritas salir por esta puerta!
Los soldados y el milico maldito que comandaba la operación evacuo a las féminas presentes por una puerta lateral que daba a un callejón contiguo a la puerta del teatro.
Agachamos las cabezas rezando por que los milicos no se den cuenta del ardid y nos dejaran escapar indemnes!
Tuvimos que pasar ante los ojos escrutadores de un grupo de soldados que controlaban que ningún lockalla se infiltre entre las chicas que salíamos asustadas del maldito concierto!
Felizmente cuando ya llegábamos a la puerta, alguien empezó un amague de pelea en la puerta principal, lo que distrajo a los guardias y el grupo de chicas genuinas y los 5 o 6 rockers travestidos pudimos huir del lugar y a la carrera alcanzar la casa de Milton que era en el mismo manzano, sobre la calle aroma!
Corrimos sin mirar atrás, eso sí cuidando el maquillaje y el peinado, uno estará apurado, pero no es cosa de andar echando a perder un buen maquillaje, caracho!
El grupo de 6 rockeros con cara de malos que llegó al principio del concierto se convirtió en un grupo de rubias altas y feas y una morena medio gordita que corrían como poseídas por plena 6 de octubre, una noche invernal como a las 22 horas!
Espero que mis amigos a los que los nombré no lean esta anécdota o si la leen tengan el suficiente coraje y el buen humor que tuve hoy para contarles sobre la única vez que me travestí en mi vida!
He dicho!
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