El Reloj (Cuento templario)

París, Viernes 13 de octubre de 1307
- Alea iacta est! Ve hermano, cumple tu misión!.. (1)
Jaques de Molay abrazó estrechamente al joven Geoffrey de Bourgignon
Geoffrey asintió asustado y salió precipitadamente por la ventana, detrás suyo escucho a los guardias de Felipe el hermoso gritar improperios a su gran maestre… estrechó contra su pecho el códice y se perdió entre los callejones de parís.
Eran pocos los meses en el que el noble Geoffrey de Bourgignon había renunciado a todo y se unió a los pobres caballeros de cristo, la orden del temple… había pasado por un duro entrenamiento y una anhelada iniciación.
El entrenamiento no le fue difícil, él ya era un versado espadachín y un experto en tácticas militares. Su padre el Duque de Bourgignon se había encargado de entrenarlo en los artes de la guerra, así como en la sabiduría gnóstica. Largos fueron los años de su infancia entrenando y estudiando y aunque de niño odio las espadas y las charlas de gnosis con su padre. Ahora de adulto y en el establo del temple, agradeció la severidad de su aprendizaje.
Fue la iniciación lo que le cambio trascendentalmente la vida, a partir de ese día Geoffrey sintió que había renacido… Aun le resonaban en cada espacio de su cerebro las palabras del gran maestre en el día de su iniciación. Las tres preguntas que le hicieron los vigilantes, como le despojaron de sus armas, le velaron la vista y poniéndole una soga al cuello lo introdujeron al templo solo con su túnica blanca… el miedo y la ansiedad lo devoraban.
Aun le sonaba claramente la profunda voz de su amado gran maestre cuando le pidió que se arrodille en frente del respetable capitulo, después de unos segundos eternos que le oprimían la garganta, pudo por fin articular palabra y pidió las tres veces requeridas: “el pan y el agua y la sociedad del orden”. Nuevamente se hizo el silencio y Geoffrey llegó a pensar que sería rechazado.
El venerable Jaques de Molay se irguió y con su hermosamente profunda voz continuo con la ceremonia:
- "Caballero, vais a contraer grandes obligaciones; tendréis que sufrir muchos y dilatados trabajos, y habréis de exponeros a peligros eminentes. Será preciso velar cuando quisierais dormir; soportar la fatiga cuando desearíais descansar; sufrir la sed y el hambre en ocasiones que ansiaríais comer y beber; pasar a un país cuando os placiera quedar en otro".
Geofrey con los ojos cerrados y en actitud suplicante espero las preguntas que sabía que el venerable De Molay el haría para completar el ritual.
"¿Sois caballero? ¿Estáis sano de cuerpo? ¿Habéis contraído esponsales? ¿Sois casado? ¿Habéis pertenecido ya a otra orden? ¿Tenéis acaso deudas que no podáis satisfacer por vos mismo o por medio de vuestros amigos?"
Geoffrey emocionado respondió con satisfacción las preguntas.
Jaques de Molay con mirada severa le hizo una seña para que se levante y con voz firme lo consagró a la defensa de tierra santa y le impuso el manto con la cruz y la espada símbolos de la orden.
El respetable capítulo en pleno se puso de pie y se acercaron a darle el acolade y el ósculo de la fraternidad. El gran maestre fue el último en darle el secreto abrazo y el doble beso y con una sonrisa le dio la bienvenida a la venerable orden.
Habían pasado tan solo dos meses desde ese día y Geoffrey se encontraba ahora huyendo de los guardias de Felipe IV cobijando entre sus ropas, un preciado tesoro.
Horas antes combatió ferozmente en las puertas del templo para evitar que los guardias del rey los capturaran.
Varios de sus hermanos habían muerto defendiendo el templo y defendiendo sus propias vidas…
La escena no podía ser más tétrica, por doquier los cuerpos caídos de guardias y templarios dificultaban el desplazamiento, un horrendo olor a sangre y muerte inundaba todo. La fatiga hacia mella aun en Geofrey que estaba combatiendo ferozmente por lo que le pareció una eternidad… solo una idea martillaba su mente, defender el templo.
En medio de la refriega el gran maestre en persona apareció a lado suyo blandiendo un pesado mandoble y cercenando miembros y decapitando guardias con cada golpe. Geoffrey lo vio avanzar pasmado. El venerable gran maestre, ese anciano sabio y prudente, ahora parecía un feroz titán blandiendo el mandoble cortando el aire como un rayo, cegando vidas...
Una nueva energía se apodero de Geoffrey y viendo a su anciano maestre luchar con tal ferocidad, se puso a espaldas de él y con un grito salvaje arremetió contra todo un grupo de guardias del rey y elimino a cada uno de ellos… jadeante, con el manto albo manchado de sangre, Geoffrey cayo de rodillas extenuado en medio de los cadáveres…
Una espada le toco el hombro y pensó que su hora había llegado, el cansancio no le dejó reaccionar y quitándose el yelmo empezó a musitar
– Pater Noster, qui est in caelis, sanctificétur nomen Tuum, adveniat Regnum Tuum… (2)
Una dulce y profunda voz resonó en sus oídos
- Levantante Geoffrey , ni tu hora, ni la mia aun han llegado.
Geoffrey alzo la vista y vio a Jaques de Molay apoyado en el implacable mandoble, con la armadura desvencijada, el manto hecho girones y con la amplia sonrisa brillando en medio de un rostro barbado manchado de sangre… Una inexplicable paz le invadió el espíritu y se levantó lentamente.
- Sígueme Geoffrey, debemos hablar! - Ordenó el gran maestre
El joven caballero siguió a su maestro dentro del templo hasta su cámara privada. Un lugar que pocos caballeros habían tenido el honor de conocer.
El anciano maestre sirvió dos copas de vino y espero a que Geoffrey vaciara la suya.
- Hermano, nuestro fin está cerca, la traición de Clemente V y de su perro fiel Felipe el hermoso nos llevara a la ruina… mi hora se acerca, y la de todos nuestros hermanos.
Geofrey intento interrumpir, quería decirle a su maestro que mientras el esté no dejaría que nada de eso ocurra.
El sabio De Molay pareció que le leyó la mente y le dijo
- Geofrey, sé que no descansaras tu espada para defender a todos tus hermanos, pero a ti te tengo una misión más importante.
- Tú serás el custodio del último secreto del temple…
De entre sus vestiduras el gran maestre saco un humilde envoltorio y se lo entrego con mucho celo.
- Hermano en este códice se guarda el último de nuestros secretos, es tu deber cuidarlo con tu vida. Este códice guarda el secreto de nuestra trascendencia en el tiempo.
- Cada una de las palabras escritas en ese pergamino guarda la clave para que la orden sobreviva, debes cuidarlo con el mayor de los celos, debes entender que ahora de ti depende que nosotros sobrevivamos en el tiempo.
Geofrey se persigno y recibió con temor el preciado códice de manos de su maestro
Él joven caballero se disponía a hacer algunas preguntas cuando empezaron a golpear con furia la puerta
- Jaques de Molay, abra la puerta!
- En nombre del su majestad Felipe IV y de su santidad el Papa Clemente V, está usted detenido por herejía!
Todo un contingente de guardias fuertemente armados había penetrado el templo y matado a los pocos caballeros que quedaban vivos.
Ahora aporreaban la puerta del gran maestre para llevarlo vivo ante el rey y así cerrar el circulo de la traición.
- Alea iacta est! Ve hermano, cumple tu misión!... le apremió Jaques de Molay al mismo tiempo que Geoffrey saltaba la ventana.
- Hagas lo que hagas no leas el códice! Alcanzó a gritar el gran maestre, en el preciso instante en que los guardias derribaban la puerta.
Geofrey corrió ciego por las callejuelas escondidas de París, sin rumbo, sin saber qué hacer, sin saber dónde ir. Cuando se vio solo y se percató que los ruidos de la batalla y de la ciudad misma habían cesado, se detuvo y se dio cuenta que estaba fuera de los muros de París. Las primeras granjas hacían su aparición y algunos granjeros que finalizaban su jornada lo vieron pasar con extrañeza.
Comprendió que debía deshacerse de sus armas y del manto de la orden que había llevado con tanto orgullo.
Sus pasos lo llevaron a uno de los afluentes del senna y sin más ceremonia se desnudó y lavo su cuerpo, el agua le alivio el cansancio, recordó su iniciación y comprendió por que pidió el agua y el pan y la sociedad del orden.
El agua mágicamente había calmado su sed y aliviado sus dolores, se dio cuenta que su estómago gruñía y pensó que no sería nada difícil saciar su hambre, por lo menos la terrenal... El otro hambre, el de sabiduría ya no podría ser saciado por su amada orden.
Cuidadosamente enterró sus armas y su manto y con llanto en los ojos oró larga y penosamente por la salvación de cada uno de sus hermanos injustamente eliminados por el papa asesino y su lacayo el rey hermoso.
Geoffrey de Bourgignon desando sus pasos hasta la granja más cercana y aprovechando las sombras de la noche salvó la cerca y se escondió en un viejo granero.
La noche anido pesada en su espíritu y cerró los ojos profundamente.
Tuvo sueños espantosos.
Su maestre era quemado en la hoguera, sus hermanos decapitados, el mismo era muerto por el papa en persona.
Oyó gritos, lamentos, y vio la figura de Baphomet extendiéndole la mano para salvarlo. Tomó la fornida mano y salió volando lejos, muy lejos.
El rostro de macho cabrío le sonrió.
Una voz resonó en su cabeza, despierta Geofrey, despierta hijo, cumple tu misión...
Despierta Geofrey!!!
Abrió los ojos asustado, bañado en sudor se puso en guardia, alguien intentaba derrumbar la puerta.
- Entrégate templario!
- En nombre del su majestad Felipe IV quedas detenido!!!
Comprendió que lo habían encontrado, maldijo el momento en que enterró sus armas. Vio alrededor buscando una salida, un arma… nada!
El lugar estaba rodeado y no tardarían en llagar los guardias hasta él!
Su vida, su misión, el temple, el códice!!!
Todo estaba perdido!...
Geoffrey se acercó al centro del granero y desobedeciendo a su gran maestre abrió el envoltorio del códice y se dispuso a leerlo, a memorizarlo para luego destruirlo.
Si lo mataban, que era lo más probable, nadie sabría lo que el viejo pergamino decía, si por ventura lograba escapar sabría de memoria el códice y el conocimiento estaría a salvo en el.
Se hincó y con delicadeza abrió el códice y solo vio unas palabras en latín ornamentadas con algunos símbolos desconocidos para el... solo tres líneas!
Pensó que el gran maestre se había burlado, esas pocas palabras no podían ser el último y más preciado secreto del temple, esas simples palabras no podían ser la clave de la trascendencia en el tiempo de la orden.
Las comenzó a leer en voz alta.
Et cum hæc dixisset ego conteram tempus
Et cum hæc dixisset ego conteram tempus
ordinem superstes erit… (3)
Algo pasó, los símbolos empezaron a brillar, la luz se hizo enceguecedora, Geofrey se aterrorizo!
Los guardias lograron derrumbar la puerta e irrumpieron en una habitación vacía.
Geofrey sintió que todo daba vueltas, la luz lo consumía todo, oyó a lo lejos como una puerta era fracturada, cerró los ojos y vio el rostro de macho cabrío que le volvía a sonreír.
Pensó que estaba desencarnando y que sus cuerpos sutiles estaban regresando a la divinidad.
Se hizo el silencio y la luz se atenuó… Geoffrey comenzó a rezar.
Todo se detuvo.
El templario aun hincado y con las manos en el suelo abrió lentamente los ojos… Más le hubiera valido no hacerlo.
No dio crédito a lo que veía. Una extraña multitud le rodeaba y le miraba con extrañeza.
Se puso de pie aterrorizado... todos, hombre y mujeres vestían con ropajes extraños, llenos de color y de géneros que él jamás había visto.
El mismo suelo estaba tapizado de lo que le pareció brea sólida...
Extrañas carrozas sin caballos corrían velozmente por las calles.
Alguien le pregunto en un extraño francés si estaba bien, el respondió en correcto latín y provoco una sonrisa burlona.
Avanzó unos pasos convencido que había muerto y estaba en el infierno.
Levanto la vista y sobre una extraña columna metálica vio un extraño artefacto rectangular con números brillantes como brasas vivas, que cambiaban constantemente.
Geoffrey de Bourgignon , el núbil caballero templario, solo estrecho contra su pecho el códice, pensó una vez más en su amado maestre y se desvaneció.
En el extraño artefacto con números cambiantes como brasas vivas podía leerse:
París, viernes 13 de octubre de 2014
...
Jzo.



Glosario:
1.- La suerte está echada!
2.- Padre nuestro que estas en los cielos, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu reino
3.- Con estas palabras rompo el tiempo
Con estas palabras rompo el tiempo
Para que la orden sobreviva...

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