Me gusta tu nariz!

Para María Cristina. esperanzado en que los muros se derriben!

Y aunque lo correcto o más bien lo esperado en estos casos cuando uno intenta decir algo bonito debería ser “me gustan tus ojos”, por ejemplo, o “me gusta tu sonrisa” y aderezar la afirmación con un intento meloso como: “ me gusta como la luz se refleja de esa manera tan especial en tus ojos y hacen que tu mirada se haga tan transparente como un remanso de aguas cristalinas” o mandarse la parte y comparar tu sonrisa con un “collar de perlas níveas y perfectas que adornan el cielo de tu boca y que iluminan mi vida”… bien podría esperase algo así e incluso quedar “finito”, en tanto y en cuanto te guste lo meloso y te encante lo dulce por que sí.

Este no es el caso.
A mí me gusta tu nariz!

Me gusta el tamaño, la forma, la textura…
Me gusta por ejemplo como el puente de tu nariz se proyecta en un suave arco hasta encontrarse con los contrafuertes de tu frente delineada por tus cejas hermosas.
Me gusta como la punta de tu nariz se frunce cuando en un mohín juguetón baila enmarcando tu sonrisa deliciosa.
Me gustan cada una de tus pecas, las  que configuran la astronomía de tu rostro; la constelación de tus pecas que dibuja cielos  plagados de estrellas diminutas en la superficie de tu nariz…
Me gusta tanto tu nariz que quiero memorizarla sin perder detalles, sin omitir texturas, sin dejar de lado tus pecas y leerlas como en un intuitivo braille con el baile de mis dedos y descubrir sus misterios con la cábala de mis sueños…

Me gusta tu nariz, debo admitirlo.
Pero me gusta aún más la mujer que viene adosada a ella.
Ese ser lindo, mágico, lleno de sonrisas, de tristezas de paradojas, de amaneceres y de cielos estrellados, de lágrimas compartidas. De cuentos imposibles, de sueños improbables, de aventuras increíbles.

Me gusta como la mujer de tu nariz sonríe y se turba cuando el cariño que recibe la rebasa, me gusta como a veces dejas de entender las cosas y te sientes acorralada y dejas que la locura, la tuya y la mía, nos lleve de la mano y como en el tango: astronautas y niños con un vals nos bailen alrededor.
Me gusta como haces magia con cualquier cosa, me gusta como me miras en complicidad y con una sola mirada me organizas todo un baile dentro, a puertas cerradas, con música que hace algún tiempo solo tú y yo compartimos y entendemos y disfrutamos y cantamos… y no bailamos.
Quizás porque la nuestra es una música para no bailar, como las cuecas que tanto te gustan, que tanto me gustan… o como un “dolor de muelas aliviado” en las selvas lacandonas: Hermoso, pero injustificado.
Quizás no sepamos nunca como bailar nuestra música, quizás nunca nos abracemos en medio del universo y bailemos esta melodía que canta en mis venas y que en un sístole sincopado se proyecta a tu diástole y baila dentro tuyo también.

Quizás nuestro hábitat es justamente la síncopa…
Ese microsegundo de silencio detenido en el tiempo que no es sino ese silencio necesario que justifica la música.
Ese absurdo espacio pequeño sin nada dentro que hace el todo que todos escuchan pero que nosotros no bailamos.

Me gusta tanto tu nariz que no quiero olvidarla, que no quiero que venga un huracán y se lleve todo y nos doble las alas y debamos aterrizar.
Me gusta tanto tu nariz y la mujer adosada a ella que quiero abrazarlas y no soltarlas más y esperar que todo se ilumine, que nuestras alas se desaten sin temores, sin sonrisas furtivas, sin besos que equivocaron el camino y aterrizaron en tu frente.
Me gusta tanto tu nariz que la quiero, que la quiero mucho, que la quiero más, que la quiero querer y refugiarme en ella y contarle mis absurdos mis historias inventadas mis temores mis tonterías y un buen día escribir un par de líneas sobre sus pecas y las estrellas y tus cielos y los míos y nuestras alas y los bailes y las lágrimas y darle un beso en la punta y sentir que todo, de pronto tiene sentido.

Hay tantos absurdos que me bailan por dentro que no puedo evitar la sonrisa boba y la mirada ausente, perdida en el horizonte cuando dejo que tu música me invada por dentro y me abrace suavito y quedito me cante alguna melodía inventada por nuestros imposibles.

Por eso ahora y para validar estas confesiones, quiero pensar que de algún lugar vendrá algún evento cósmico que nos abrace fuerte a ambos y no nos vuelva a soltar y nos muestre de una vez y por todas que no somos ni el imposible, ni la síncopa, ni el viento; y que tu nariz y la mía son posibles y que podemos bailar sin temores, que podemos abrazarnos el uno al otro como a una tabla de salvación en medio del gigantesco naufragio universal y salvarnos y comprender que tu nariz y la mía también pueden tener un final feliz…

Hay tantas cosas que me gustan de tu nariz que la mía está empezando a gustarme también.

Jzo.

Oruro, invierno de 2015

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