Noche de Champagne


Noche de Champagne


Hoy día vamos a bailar!...
Así a boca de jarro, sin anestesia, con la mayor de las displicencias

Vamos a bailar!

Escalofriante manera de empezar un escrito y mucho más escalofriante sensación de aceptar el desafío cuando este te lo descerraja como un tiro a quemarropa la veinteañera que te gusta.
… Así comenzó esta aventurilla que paso a describirles.

Primero, quizás debería ser menester decirles que este humilde servidor ya  entró en ese grupo etario que los conductores de radio que quieren darse una cierta nota de sofisticación, dicen: adulto contemporáneo, a veces adulto joven y otras en un arranque de humor maquiavélico suelen decirte maduro joven… o sea cuarentón!
Quizás la mejor descripción que tuve a bien oír de mi particular grupo de edad haya sido la de Manuel Monroy Chazarreta “El Papirri” cuando nos describe diciendo: “Soy un gordito bien bonachón, un viejo verde, un ex bombón, soy un Titanic, un culebrón, un agujero en tu corazón.
Soy un buen tipo, un casi diablo, un ángel sexy, soy un llockalla ya cuarentón”.
.. y a este llockalla cuarentón, a este ex bombón, le tocó ir a bailar a una discoteca de moda hace una semana atrás…
Ojo!, no es que no haya ido nunca a una, es mas, en mi defensa debo decir que hace algunos años y con un feroz grupo de jovenzuelos impíos, éramos casi los activos fijos de cuanta discoteca de moda se nos ponía a tiro… entrabamos cuando abrían, y salíamos cuando el boliche cerraba, y las mas de las veces buscábamos el proverbial lugar de remate en el cual ahogar algún posible sufrimiento, que casi siempre era la “minita” que  esa noche no nos había dado bola.
Resultado... 7 de la mañana con el sol brillando a todo cachete y nosotros regresando a dormir la mona a casa, con algún perfumado efluvio de la fémina que fue depredada esa noche.
Vaya tiempos aquellos…

Merced a la inocencia que caracteriza a mi generación,  es imposible no pensar que ahora las cosas siguen siendo las mismas…
PUES NO!

En mi época las discotecas de moda tenían esos amplios y mullidos sillones que incluso te permitían esconder algún furtivo abrazo, cuando no un beso robado, que casi siempre era correspondido por la fémina de turno.
Ahora no… para empezar, la iluminación tenue e indirecta  que tantas veces hizo de callada cómplice de nuestros amoríos discotequeros, pasó al a historia
Ahora no... La idea parece que es alumbrar hasta los mas recónditos recovecos del lugar a fin de poner en evidencia cualquier posible incursión pseudo romántica…
Y acaso a al gente le importa?... naranjas!
Disfrutan como locos de esta suerte de exhibisionismo – vouyerismo mórbido de ver y ser visto, mientras chupan como si fuera el último de sus días.

Los entrañables sillones de marras  fueron sustituidos por unos inverosímiles taburetes altísimos que me imagino están diseñados por gringos de 2 metros de alto como mínimo  o fueron ideados por la perversa imaginación de algún amariconado diseñador con delirios de inquisidor español (como los odio…)
No pueden ser mas incomodos estos sutiles artilugios de tortura!
En la base tienen un aro para que lo uses como grada y te pares como un vulgar perico aferrado al tubito en cuestión, el asiento mismo es un disco aparentemente tapizado, que de mullido no tiene nada y que termina poniéndote las posaderas aun mas planas de lo que tus cuarenta años ya lograron… y el respaldar?... Antinaturalmente inclinado!!!
Así que entre hacer equilibro como un vulgar loro y posar tu humanidad en ese disco y arriesgarte a la hernia de algún disco vertebral, no te queda otra que acodarte en la mesita que es igual de alta e inestable y que tiene el tamaño de uno de esos discos antiguos de vinil… así de chiquita… Para colmo de males viene el mozo y te pone un par de botellas y estas jodido... Ya no te queda espacio para acodarte, así que ni modo a arriesgar la espalda no mas…  y mientras rezas para que no salte uno de los discos de tu “compactera” y constriña tus tuétanos provocándote una parálisis de medio cuerpo, tienes que poner cara de comodidad para agradar a tu pareja que dicho sea de paso  es agradable y tu no quieres perderte una sola palabra de lo que ella dice, porque peregrinamente la condenada te gusta!
Que haces?.. fingir una sonrisa y asentir de tanto en tanto para que ella crea que si le escuchas en medio de la invalidante estridencia y no empiece a creer que fue una mala idea salir con un cuarentón, porque parece que encima de todo el estúpido este se esta quedando sordo…
Bueno, mientras sorbes la cerveza tibia tratando de no poner cara de asco y sonríes, llega el momento de salir a la pista de baile y tu no puedes menos que pensar que ahora es la tuya y que harás gala de tus famosísimos pasos de baile que casi te convierten en el rey de la movida nocturna orureña… hace 15 años…
Claro ya nadie conoce a los new kids on the block, ni  baila esos prehistóricos “clásicos” que tu bailabas…
En fin…
Te meten en medio de un mar de cuerpos que se mueven tan apretadamente que tu no sabes si la pareja que esta a lado tuyo esta bailando románticamente o esta haciendo el amor a ritmo de reggaetón en frente de todo el mundo. A la derecha, una pareja baila con los brazos abiertos  batiéndolos tan frenéticamente que tu no sabes si en realidad están bailando o están aleteando en medio de algún extraño rito profano y que es cuestión de segundos no más para que salgan volando y deriven por entre las luces de la disco.
Detrás de ti una chica apoya sus espaldas contra las tuyas y piensa que eres una especie de mullida pared en la cual puede recargarse...
En frente tuyo, la chica que te gusta esta mas hermosa  que nunca con esa blusa descotada y sin hombros que le hace lucir su piel joven y perfecta con la mayor de las impunidades, ella sonríe pagada de su suerte mientas tu rezas para  que el absurdo volumen de las frecuencias bajas de la música no te produzca movimientos peristálticos y tengas que salir corriendo al baño para evitar un accidente vergonzoso…
No te queda otra que moverte al compás de la pareja de movimientos  lúbricos o tratar de seguirle el ritmo a la chica que sigue restregándose contra tu espalda…

De pronto como un piano te cae la certeza de que esos ya no son los lugares de antes y peor aun tú ya no eres ese jovenzuelo impío que antaño había sembrado el terror en los boliches de moda…

Para tu fortuna y casi en el paroxismo de la pareja del ritual profano, tu chica te pide que se sienten para refrescarse un poquito y tu sientes que necesitaran alguna herramienta especial para despegarte de la chica que como una lapa la tienes pegada a tu espalda desde hace mas de una hora…
Ella con esa sonrisa que te cautiva y te produce sismos de magnitud 500 en tus más intimas chunchulas te conduce como a un león domado nuevamente a subirte al diabólico  taburetito inverosímil del principio.

Quizás las cosas cambiaron o quizás nosotros los “adultos jóvenes” hayamos cambiado, sin embargo ahora yo prefiero un lugar tranquilo con buena música a un nivel que no te produzca involuntarios espasmos estomacales y que sobre todo te permita disfrutar de la compañía de la hermosa veinteañera que un buen día tuvo la peregrina idea de aceptar una de tus invitaciones.
Se que quizás ya esté sonando como mi abuelo cuando haciendo uso de toda su veteranía, ponía expresión de estreñimiento y mirando al horizonte y con voz dramática decía: “hijo… todo tiempo pasado fue mejor…”
A veces la madurez no solo pasa por el acumulo de años, si no también por el acumulo de sofisticación y lo que ahora a los jovenzuelos les parece aburrido, estoy seguro que en unos años mas les parecerá sofisticado.
De todas formas y en mi defensa debo decir que ir a una disco ya no es mi idea de una cita romántica… o de cualquier otra índole… como tampoco mi concepto de cita ideal ya no implica hamburguesas ni coca cola…
Una buena cena, un buen vino y sí, largas charlas en la que uno va descubriendo con lentitud a la hermosa mujer que habita dentro de esos impunemente jóvenes veintitantos.

En fin, como dicen por ahí que no hay primera sin segunda. Estoy seguro que tarde o temprano este llockala cuarentón volverá a ir a una disco de moda a bailar esos lascivos reggaetones de moda, pero eso si, esta vez juro por dios que me llevare mi propia silla.

José Zabalaga Ortega

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