martes, 28 de marzo de 2017

Travestis de concierto!


 Si señor, así le puse de epígrafe a esta anécdota y salvando las susceptibilidades posibles, paso a referirles la vez en que este ciudadano tuvo que travestirse para salvar su integridad!
Tendría no más de 16 años en el cuerpo y por ese entonces el rock y más exactamente el heavy metal era el ritmo de moda y los adolescentes de ese entonces éramos incondicionales seguidores de leyendas como Iron Maiden, Accept, Dio, Quiet Riot y muchos otros más.
Obviamente teníamos el pelo largo… lo más largo que te podía permitir el régimen casi castrense de la educación escolar en esos tiempos.
Como este era un movimiento imparable, por ese entonces la iglesia intentó hacer lo que mejor sabe hacer y también intentó apoderarse de la moda del rock ochentero y como seguramente recordaran mis contemporáneos, a algún cura se le ocurrió la genial idea de abrir el teatro que tiene la iglesia de san Gerardo y organizar conciertos de rock de bandas locales, que en la mayoría de los casos eran otros adolescentes un poquito más melenudos y que sus papas les habían comprado guitarras!
Con muy pocas excepciones como la legendaria banda que llevaba por nombre “Heavy Metal” de los hermanos Sainz, todas eran bandas de llockalas jugando a ser rockeros.
Obviamente esos conciertos eran una sarta de aullidos desafinados que todos festejábamos, porque éramos rebeldes y rockers!
Un buen amigo mío me contó alguna vez una anécdota de como ensayaban estas bandas.
Ahora él es un conocido abogado y un indiscutible músico talentoso.
Por ese entonces, él me cuenta que cuando ensayaban con su banda se ponían de acuerdo en el tema que iban a ensayar y comenzaban a la voz de:
- Listo, vamos a tocar “Maldito sea tu nombre” y cojudo el que acabe al último!
Imagínense como se respetaban los ritmos y los tempos de las canciones.

Habían llegado las vacaciones de invierno y gracias el éxito que tuvo aquí en Oruro el primer festival de rock de invierno que después se convirtió en el famoso festival de RockBol. Alguien tuvo la idea de emular este evento, pero esta vez en el teatro de San Gerardo, escenario poco ad-hoc para albergar la fauna exótica de bandas rockeras y la aún más exótica fauna de “rockers” adolescentes de ese entonces.
Recuerdo que nos pusimos de acuerdo con un grupo de amigotes de ese entonces en el que estaban Marco Calderón, el querido “comandante cobra”; Milton Chavarria, “El toco”, su hermano Marco, Andro el primo de los “chavacos” y un par más de los que no guardo memoria.
Día antes en la casa de Milton nos habíamos puesto de acuerdo de ir todos con gabardinas negras para enfatizar esa negrura de alma que nos caracterizaba a los “rockers” de esa época… Imagino que debe haber sido hasta chistoso ver un grupo de 5 o 6 adolescentes todos con abrigos negros afanados del ropero del abuelo, llegar en escuadra con paso firme y cara de malos… todo lo malos que pueden parecer un grupo de rubiecitos (excepto yo, claro está), medio “jailoncitos” y bien bañaditos!
Asistimos al concierto que era en junio, en pleno invierno y después de un par de horas de gritos estridentes y desafinaciones a granel y a la hora de salir del teatro de la mano de nuestras chicas, alguien gritó –Batida! Y el terror se apoderó de todos nosotros
Para los milenials y los llockalas que juran que la premilitar es un tormento, deberían de ver la suerte que nos tocó a los adolescentes de hace treinta años.
Para empezar, no había el servicio premilitar, así que todos estaban en la obligación de presentarse al cuartel en cualquiera de los dos escalones y rezar para que lo saquen como inhábil o si lo habilitaban, rezar para que no te destinen a alguna frontera.
Cuando terminaba el periodo de reclutamiento de cada uno de los escalones. Los militares salían en las famosas batidas, que no era otra cosa que una cosecha de cuanto llockalla se les ponía a tiro y que los milicos suponían que estaba en edad de hacer el servicio militar.
Te capturaban en la calle, te subían a un caimán a patadas y después de hacerte trotar como castigo y raparte la cabeza y amenazarte con mandarte a la frontera con Brasil por el atrevimiento de no querer “servir a la patria” (malditos milicos!), preguntaban cuántos años tenías y si más o menos te creían llamaban a tu casa para decir que te habían capturado y tu familia debía ir a las volandas al cuartel para justificar documentalmente tu edad y tu filiación a alguna unidad educativa de la ciudad.
Solo así te soltaban, a la madrugada, después de haberte vuelto a hacer trotar en pelotas y rapado, solo por si acaso!

Con estos antecedentes en mente. Los que asistimos al bendito concierto ese, nos pusimos lívidos de terror y ya nos imaginamos sufriendo todo el viacrucis que les describí antes.
De pronto una de las chicas del grupo tuvo una brillante idea.
Maquillaje!
Nos hicieron sentar en el suelo y ellas de cuclillas empezaron a maquillarnos!
Sombras en los ojos, colorete en las mejillas, lápiz labial en la boca y un montón de trabas, horquillas o no sé cómo diablos se llaman esos artilugios que las mujeres usan en sus cabellos hicieron la magia de darnos peinados femeninos… gracias a dios éramos melenudos.
Nos enfundamos en las gabardinas y al grito de – señoritas salir por esta puerta!
Los soldados y el milico maldito que comandaba la operación evacuo a las féminas presentes por una puerta lateral que daba a un callejón contiguo a la puerta del teatro.
Agachamos las cabezas rezando por que los milicos no se den cuenta del ardid y nos dejaran escapar indemnes!
Tuvimos que pasar ante los ojos escrutadores de un grupo de soldados que controlaban que ningún lockalla se infiltre entre las chicas que salíamos asustadas del maldito concierto!
Felizmente cuando ya llegábamos a la puerta, alguien empezó un amague de pelea en la puerta principal, lo que distrajo a los guardias y el grupo de chicas genuinas y los 5 o 6 rockers travestidos pudimos huir del lugar y a la carrera alcanzar la casa de Milton que era en el mismo manzano, sobre la calle aroma!
Corrimos sin mirar atrás, eso sí cuidando el maquillaje y el peinado, uno estará apurado, pero no es cosa de andar echando a perder un buen maquillaje, caracho!
El grupo de 6 rockeros con cara de malos que llegó al principio del concierto se convirtió en un grupo de rubias altas y feas y una morena medio gordita que corrían como poseídas por plena 6 de octubre, una noche invernal como a las 22 horas!
Espero que mis amigos a los que los nombré no lean esta anécdota o si la leen tengan el suficiente coraje y el buen humor que tuve hoy para contarles sobre la única vez que me travestí en mi vida!
He dicho!
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El Alka-Seltzer


Corría la primera mitad del siglo pasado y este humilde ciudadano obviamente aun no existía, así que esta anécdota se la debo a un infidente tío abuelo mío que alguna vez me contó una de las “vergüenzas” de la familia… de mi familia materna.
Resulta que según refirió mi tío, mi familia materna tenia una finca camino a Cochabamba que les fue quitada con la famosa reforma agraria y aunque por la introducción este relato podría parecer que tiene algo que ver con las tierras, pues no es así!
Mi familia materna siempre se rigió por un férreo matriarcado, tal como yo lo pude comprobar con mi difunta abuela… Ella siempre tenía la razón y la última palabra.
Era una especie de juez anciano, sabio y cariñoso in extremis... en cualquiera de esos adjetivos que le acabo de endilgar a la abuela.
Al igual que ella, la matriarca de ese núcleo familiar fue la abuela de mi abuela. Una señora según me contaron de armas llevar y lo digo literalmente.
Alguna vez me contaron que, como buena mujer criada en una finca, la señora se ceñía una pistola a la cintura y montada a caballo viajaba desde la finca hasta la ciudad de Oruro y ay del que se le cruce por el camino con aviesas intenciones… más de un relato hay de la abuela en cuestión descerrajando tiros contra algún cristiano que la había importunado.
Como toda familia hacendada esta familia poseía no solo tierras, pongos y productos campesinos, sino, una relativa situación bonancible que les permitía hacer viajes al extranjero y a la argentina especialmente, refrendando no solo el intercambio comercial y cultural que se había puesto de moda con el vecino país, sino también con la capital bonaerense, puerta y puerto indiscutible de américa del sur hacia la vieja Europa.
En uno de los viajes que alguno de sus hijos realizo a Buenos Aires, la abuela le encargo, entre varias cosas, unas revistas de moda y algunos productos de uso personal.
De hecho, este relato tiene como protagonista a uno de estos productos.
El intercambio con argentina que se dio en la primera mitad del siglo XX no solo trajo hasta nuestro Oruro, orquestas de tango que tocaban en el original hotel Edén, que cuentan las malas lenguas, las bailarinas venidas del rio de la plata, después de la bailanta tanguera cambiaban el pañuelo de la garganta por uno rojo y de bailarinas pasaban a fungir de cortesanas y el honesto hotel Edén pasaba a convertirse en un finísimo lupanar en el que departían cortesanas gauchas con los finos caballeros de la rancia sociedad orureña… que tiempos!

El cumpleaños de la abuela había llegado y todo el familión se reunió en la finca a fin de homenajear a la indiscutible jefa de familia.
Hicieron un almuerzo que fue generoso en platillos criollos y más generoso aun en libaciones de vino, poniéndole el infaltable toque mestizo a cuanta reunión de este tipo se hizo y se sigue haciendo hasta nuestros días.
Una vez terminado el opíparo almuerzo, contó mi tío abuelo, que la abuela sentada en la cabecera y con gran alharaca mando a traer el famoso producto digestivo que había hecho traer exclusivamente desde Buenos Aires.
Una de las encargadas de servir el almuerzo se acercó a la abuela con una bandeja en la que se podía ver un brillante vaso de agua y a lado un envoltorio azul.
La abuela con pose casi teatral y después de perorar sobre las bondades digestivas de esa maravillosa pastilla, procedió a abrir con dos dedos el sobrecito para que todo el mundo la vea y aprecie tamaña maravilla moderna.
Del elemental empaque salió una circulinea pastilla blanca que no era otra cosa que una pastilla de Alka-Seltzer… La abuela la tomó con dos dedos, como lo haría un mago mostrando anticipadamente el producto de su truco mágico, la paseo lentamente ante los ojos de hijos y nietos y antes que alguien pueda hacer algo, la abuela se echo la pastilla a la boca y con un gran trago de agua la deglutió!
Todos quedaron expectantes mientras la sonrisa de satisfacción de la abuela se transformaba en una espantoza mueca de ahogo y la pobre señora empezaba a echar espuma por la boca!
El terror se apoderó de toda la familia, porque parecía que la jefa de familia se les iba con cada espumarajo que botaba por la boca.
Algún genio le hizo tomar agua… peor!
El efecto efervescente se potenció y la pobre abuela ya con los ojos en blanco boqueaba el maravilloso producto digestivo.
El menor de mis tíos abuelos, adolescente bragado criado en el campo; cuenta el tío que me refirió este relato: Se paró de pronto y señalando a la abuela gritó – Métanle un tiro para que no sufra!
Atrevida sugerencia que le mereció un histérico sopapo de otra de las hermanas!
Las tías lloraban al borde de la histeria, los tíos, aterrorizados corrían de un lado a otro sin saber qué hacer, Las hermanas de la abuela rezaban en medio de sollozos y el tío adolescente aun frotándose el cachete mentalmente preparaba la escopeta para “calmar” a la abuela.
Felizmente más pudo la flora intestinal de la matriarca y no se murió frente a los desconsolados hijos que pensaban que la abuela se les iba frente a sus ojos como un vulgar pichicho con rabia.
Supongo que a partir de ese día la abuela no quiso ver nunca más en su vida un alka-seltzer… ni nada efervescente!
… y por las dudas al tío adolescente lo mandaron a la ciudad... sin escopeta!

Cuando escuché esta anécdota de labios de mi difunto tío Walter, reí muchísimo y más con la forma que él me la contó; con ademanes de ahogo y en especial de como su hermano se había parado blandiendo una imaginaria escopeta y apuntando a la abuela.
Dicen por ahí que la ignorancia no peca y me parece que este es un inconfesable acto producto de la ignorancia galopante de la abuela y de su deseo de hacer alarde de su sofisticación.
Felizmente la abuela en cuestión vivió muchos años más después de la anécdota que todos habían jurado mantener en el máximo secreto para proteger la dignidad de la matriarca.
Hoy me siento en la libertad de contarles la historia por tres simples razones:
Primero.- Yo no hice ninguna promesa
Segundo. - Todos los involucrados ya descansan en paz
Tercero. - La vez que la recuerdo rio irremediablemente.
Por eso y para despedirme, prometo solemnemente seguir revelando anécdotas jocosas de mis antepasados
He dicho!
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viernes, 10 de marzo de 2017

Viejos de mierda … como los amo!


A mí siempre me sorprendieron estos viejos monstruos gigantes, feroces y atemporales.
Como regla general suelen tener voces extremas y pueden lanzar gritos roncos que te congelan la sangre en las venas o hacen latir tu corazón inmisericordemente.
Viejos esperpentos que nos solazan y que tiene nombres a veces ridículos: Mick Jagger, David Gilmour, Roger Waters, Rick Wakeman, Caetano Veloso, Joaquin Sabina.
Todos ellos me producen un cierto temor cuando los escucho o los veo. ¡¿Como es posible que ancianos como ellos que el menorcito tiene por lo menos 65 años, sigan cantando y moviéndose mejor que cuando tenían veinte años?!
No hay otra explicación, no son de este mundo o por lo menos no de este plano.
Son seres dotados de una inexplicable energía cósmica regeneradora de la que adolecen la mayoría de los viejos esperpentos que todos conocemos y que la mayoría da de comer a las palomas en las plazas con la eterna bufanda atada al gaznate arrugado y cansado.
Ellos, los monstruos, porque no son otra cosa, organizan giras mundiales que duran 10 meses y que les lleva por 90 países y 200 ciudades por el mundo, como quien organiza un fin de semana de descanso con la familia.
Ver a Jagger con un jean rojo licra y unos converse bailando y cantando igual como lo hacía hace 50 años, es de veras sorprendente. El distinguido señor Jagger cuenta en su haber con 73 años.
David Gilmour el legendario guitarrista del no menos legendario Pink Floyd tiene 70 años y sacó un nuevo álbum en solitario y gravó nuevamente un álbum con Pink Floyd, cosa que pensé que no volveríamos a ver en esta vida.
Joaquín Sabina, el querido maestro Sabina, el flaco, Sabinita, el Joaco, el Sabina ese que canta, como lo conocemos cariñosamente quienes caímos rendidos ante su magia, tiene 68 años y nos sorprendió con un nuevo disco a su mejor estilo, dejando un poco la conceptualidad y volviendo a la magia que lo hizo grande, como cuando pario 19 días y 500 noches.
Y me vuelvo a preguntar, que extraña magia mueve a estos esperpentos por 70 o más años, cuando a esa edad, nuestros respetables adultos mayores están pensando cual sería el mejor lugar para descansar sus huesos?
No conozco ningún vejete ridículo que se anime a afirmar a voz en cuello ante una multitud de 30 mil almas: “Cuando yo escribí esta canción no existía ni Facebook, ni twitter, ni hashtag, ni la puta que los pario” y salir indemne y ovacionado del trance.
Y el cabrón de Sabina lo hizo el año pasado ante 30 mil almas en Buenos Aires, ante unos de los públicos más jodidos del continente.
Sabina es un mago, estoy plenamente convencido. Con los años urdió un tipo de magia muy particular, una especie “musicomancia” que tiene la virtud de hechizar nobles corazones a distancia y a través de su sonido tan particular, su aguardentosa voz y su lírica insuperable. Un cóctel mágico inmune a cualquier antídoto.
Si tienes la fortuna de caer hechizado, no hay antídoto posible que pueda revertir el hechizo… y mucha falta tampoco hace.
Recuerdo perfectamente el primer día que escuche esa rasposa voz desgañitándose en el equipo de sonido del bar de un buen amigo mío: El Nano, coincidencia homónima con el famoso “primo nano” de Sabina.
Como siempre, el mismo grupo de amigotes estábamos reunidos en la barra de ese bar libando con un buen Havana 7 años, unas cubatas frías como el corazón de suegra. Cuando El Nano, el querido Sangucho dijo que iba a poner un disco que le había dejado “La María” una españoleta que también era habitué del bar y que esa noche por algún extraño azar no había ido.
“El sangucho” muy solemne dijo: - Voy a poner una canción que me gustó mucho, a ver que les parce?
Unos acordes simples en una guitarra elemental empezaron a escucharse y de pronto una rasposa voz empezó diciendo: “Lo nuestro duró, lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks…”
Un extraño escalofrió me recorrió la espalda..
Esa noche no tuve la visión suficiente para saber que estaba presenciando el inicio de mis futuras nostalgias, pero eso sí, fue el inicio de una larguísima historia en la que indudablemente Joaquín Sabina se convirtió en la banda sonora de mi vida.
Hoy a mis treinta y quince, sin saber bien quien soy o a donde voy, tengo la tétrica certeza de que Sabina me acompañara hasta el fin de mis días, aun cuando él ya nos este junto a nosotros y se haya ido a decirles hijos de puta a los ángeles de trajes amariconados que viven en santidad y que estoy seguro, igual que este ciudadano, caerán hechizados ante la poesía a quemarropa que el buen Sabina te descerraja a boca de jarro justo cuando lo necesitas… ni más antes, ni después.
Hoy después de más de 15 años de haber dejado que sabina invada mis suburbios, tengo el pleno convencimiento de que no pudo haber evento más afortunado en mi vida, que esa noche que amanecimos escuchando una y otra vez el álbum completo de 19 días y 500 noches…
El sol nos sorprendió canturreando sus temas que ya los sabíamos de memoria y la borrachera que nos danzaba por dentro nos fijó sus canciones para siempre en el corazón.
Puedo afirmar sin temor a equivocarme que ninguno de los aguerridos parroquianos que esa noche compartimos esa barra en el bar del Nano, quedó libre de ese magnifico hechizo sabinero que nos desbarato y nos volvió a armar en una sola noche de cubatas y buena música.
Desde ese entonces y hasta la noche en que ese legendario bar cerró, no hubo una sola jornada en que no haya sonado por lo menos un par de canciones de Sabina.
Sabina es mágico, Jagger sorprendente, Gilmour una leyenda, Wakeman un genio musical, Veloso un ídolo y todos ellos y muchos otros más, unos viejos de mierda admirables.
Unos verdaderos monstruos geniales!

He dicho!
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