viernes, 13 de enero de 2017

¡Anoche soñé con mi ex!


Parto este confesionario con ese atemorizante epígrafe, máximo ahora que finalmente tengo una muy buena mujer a mi lado.
Creo que por fin se terminó mi larga racha de achuntarle a cuanta loca se me ponía por delante.
Parece que por fin terminó esta larga ruleta de locas en la que obviamente perdías cuando ganabas. 
Y la “joyita” protagonista del sueño no fue la excepción.
Era una morena, alta y delgada que pasaba por bonita, caminaba con cierto garbo de gacela alfa y tenía una voz más bien grave que en un principio contribuyo a ponerme el cerebro al revés, debo admitirlo… 
Pero el encanto llegaba hasta ahí.
¡Mucho tiempo después tengo el convencimiento que algunas mujeres, como esta mi ex, evolucionaron a partir de las plantas carnívoras!
Como las más primitivas, estas también tienen esa exoticidad que nubla tus pobres sentidos de simio mal evolucionado. Y uno con cara de bobo, como los mosquitos que se dejan seducir por el color o las feromonas de la venus atrapamoscas, va al encuentro de la codiciada joyita a sabiendas que cuando estés cerca cerrara sus fauces y como la mosca en cuestión, caerás profundamente en ese pozo y te digerirán lentamente a lo largo de mucho tiempo.
¿Díganme si esta joyita no es el resultado de la evolución propiciada por el diablo o algún ser sádico carente de piedad?
Pero la cosa no queda ahí.
¡Finalmente, uno ya es un simio grande y fuerte y hasta puede escapar profiriendo aullidos y patadas y ponerse a buen recaudo trepándose lleno de pánico en el primer árbol que se le presente y no volver a bajar nunca más al suelo donde habitan estas plantas malditas!
No la cosa no quedaba ahí, porque a diferencia de las plantas que son seres inferiores, mi ex era un ser complejo, altamente evolucionado y especializado, además.
¡Tenía unas formas de confundir que eran dignas del más severo programa de entrenamiento en terrorismo psicológico!
¡Uno suele decir con ligereza que alguien o más bien alguna (creo que esto es un atributo de genero), es bipolar porque tiene un humor voluble y cambiante, que al mismo tiempo puede sentir el más devoto amor y el más profundo odio… al mismo tiempo y hacia el mismo ser, que para colmo está todo confundido y aterrorizado en el mismo cuarto, al mismo tiempo y a lado de ella!
¡No señores la mía no era bipolar, era más jodida, la mía era trifásica!
No solo sentía amor por mí y odio al mismo tiempo, sino que al mismo tiempo quería descuartizarme lentamente con el mayor empleo de sadismo posible para que el sufrimiento sea impartido a discreción.
Ya cuando habíamos decidido unir nuestras vidas y comenzamos a llevar una vida en común o sea convivir… (“habíamos decidido”, lo digo como un eufemismo, la condenada con seguridad ya lo había decidido el día que nos conocimos y hasta había planificado cuidadosamente con un cronograma exacto, las formas en que me haría la vida de cuadritos) 
Cuando empezamos a vivir juntos, recuerdo que después de algún tiempo, inevitablemente, cuando despertaba ella ya estaba sentada en la cama mirándome en silencio, con los parpados a medio toldo y una medio sonrisa dibujada en su carita. Y uno tonto como es no más, pensaba que era afortunado y que mi mujercita se despertaba y me contemplaba dormir y esa expresión era de satisfacción porque por fin ella había conseguido un buen mono que le acompañe en este difícil ejercicio de vivir y que era afortunada de compartir la cama con ese simio que, si bien era primitivo, ella sabía que la quería con cada uno de sus desplantes de monicaco caprichoso… y hasta romántico suena, ¿verdad?!
Pues nooooo!
No era así, nada más lejano a la realidad.
Un día descubrí que esa mirada a medio toldo, que esa sonrisa y esa actitud silente no eran de satisfacción.
Aun hasta ahora tengo el pleno convencimiento que la interfecta se despertaba primero y se sentaba mirándome con ojos escrutadores pensando: “como le jodo el día a este?!”
¡Y uno como buen simio subdesarrollado se sentía bien!!!!

Un día cualquiera, hora del desayuno
- amor, estoy… no sé cómo rara…
- rara?
- Aja!
- … rara, si rara, pero rara como qué?
- No sé, rara
- ¿Ya mi vida, pero que, te duele la pancita? (como buen simio uno tarda en descifrar los mensajes crípticos de las féminas)
- No, solo estoy rara…
Y lapidariamente se levantaba de la mesa y uno se quedaba sumergido en un marasmo de conjeturas absurdas… será que de verdad le duele la panza (y dale con la panza!) o estará enfermita?... 
Pobre mono inocente!... 
Uno se preocupa genuinamente, piensa que debería llamar a algún medico amigo para que le dé una revisada a su joyita y así salimos de cualquier duda. 
Si es lo mejor, piensa uno y preocupado deja la mesa con el indispensable café matutino a medio tomar y corre al dormitorio por el celular y justo cuando va marcarle al amigo médico, repara en la fecha y un sudor frío empieza a recorrer la espalda y la expresión de terror inevitable se materializa en el rostro.
¡Empiezas a hacer cuentas a lo loco… pero si no ha pasado tanto tiempo!, dices tratando de tranquilizarte.
- ¡Tranquilo Pepito, no es eso, seguro es la panza! (la pucha con la panza!)
La realidad es inevitable. caes en cuenta que en el último par de días su cuerpito empezó a destilar hormonas como contratado y a marchas forzadas y que ahora, ella toda es un coctel molotov de hormonas con la mecha encendida y contando 5, 4, 3….
Y que, para colmo de males, justo esta mañana su útero decidió practicar esgrima y ahora mismo le empezó a dar unos golpes de florete imparables.
Te das cuenta que la joyita empezó sus días difíciles!
Y la cara se te demuda de terror y piensas que el harakiri es una salida honrosa para evitar el suplicio que se te está por venir encima.
¡A partir de esta persona entendí el eufemismo “días difíciles”, no es porque sean una dificultad para las féminas!, no señor!
¡Es porque son difíciles para los simios que las acompañan en ese hemático trance!
¡De pronto el pobre mono se vuelve el ser más despreciable del planeta, en la escala de valores de la joyita, el pobre simio está por debajo de las babosas de jardín!
Es culpable de todo!
Sube el pan, es culpa tuya, llueve, es tu culpa. El perro ladra es tu culpa.
¡A la amiga de la vecina de su mamá la asaltaron ayer por la noche, porque la vieja tiene la mala costumbre de andar hasta muy tarde y encima vive en el barrio de la puñalada!...
¡¿Adivinan de quien es la culpa?!
Siiii, del pobre simio en cuestión!
¡Y uno trata de defenderse recordándole que él estuvo a su lado toda la noche y que hace varios días que no sale en horario nocturno porque está haciendo frio!
Pero no hay razonamiento valedero!
- ¡Tú algo hiciste para que la asalten a la pobre señora, seguro son tus malas influencias y esos delincuentes que tu llamas amigos que la siguieron y la asaltaron sin motivo!
¡Y es tu culpa carajo!
Mi ex era una joyita digna de mencionarse, aunque debo admitir que ahora puedo escribir esto con humor; en el momento para mí fue un eterno suplicio... hasta que ella misma decidió sacar los pies del plato.
Bendito sea ese día!
Esa mañana cuando en medio de un berrinche se marchó comprendí el verdadero sentido de la frase del sabio maestro Joaquín Sabina: “Una mañana comprendí que a veces gana, el que pierde a una mujer”
Ahora tengo un horizonte prometedor por delante. Un ser hermoso decidió compartir su vida conmigo y aunque ya vamos ingresando al segundo año de magia, parece que hubiéramos empezado ayer la jornada.
Estoy tranquilo y me siento afortunado pues estoy seguro que esta mujer no desciende de una venus atrapamoscas.
Es más, estoy consciente de que bajó de un árbol muy cercano al mío.
¡Creo que por fin el suscrito simio encontró a su mona!
He dicho
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